Continué mi viaje por el centro de Portugal haciendo parada y fonda en Fátima, porque no podía pasar sin visitar este famosísimo Santuario, lugar destacado de peregrinación católico. Pero antes me desplacé a Tomar, una pequeña ciudad típica portuguesa, muy tranquila y agradable, pero que además cuenta con un magnífico legado histórico y religioso.
Pasear por Tomar es muy agradable. Sus calles están muy limpias y aseadas, hay poco tráfico y, en conjunto, sus viviendas le confieren el aspecto de una ciudad humilde pero muy digna. La plaza del Ayuntamiento es un reflejo de su estilo.
Cuenta con varias atracciones turísticas y lugares de interés histórico, pero la joya que encierra Tomar es su castillo templario y el conocido Convento del Cristo, uno de los monumento nacionales de Portugal.
Fundado en el siglo XII se convirtió en sede de la Orden del Temple en portugal, acogiendo a sus famosos monjes-caballeros. El convento se construyó dentro de los muros del castillo, que durante la Reconquista formaba parte de la línea de defensa del río Tajo. El conjunto está clasificado como Patrimonio de la Humanidad.
El Convento del Cristo se construyó entre los siglos XII y XVII, por lo que en su visita se encuentran espacios de estilos arquitectónicos que abarcan desde el románico, hasta el renacentista, pasando por el gótico y el manuelino.
El núcleo del Convento es la Charola o Girola, románica del siglo XII, que era el Oratorio de los Templarios. Como en otros templos de la orden, se basa en la Rotonda de la Iglesia del Santo Sepulcro, de ahí su forma circular, aunque en realidad tiene planta octogonal. En sus paredes hay pinturas y frescos con escenas bíblicas.
La Charola es también la capilla mayor de la iglesia, que se construyó algo después, en estilo manuelino. En su centro, bajo una bóveda de estilo bizantino, se encuentra una imagen de Cristo crucificado, como símbolo de la Orden del Cristo, sucesora de la Orden del temple una vez disuelta.
La iglesia se une a la Charola por la parte occidental, formando un todo. Un bonito arco separa ambos espacios en el interior, dejando a un lado el altar y al otro el coro en lo alto y en la parte baja la sacristía.
En su exterior, la iglesia no luce tanto como debiera, al quedar un poco encajonada entre los claustros. Es de destacar la ventana de la fachada occidental, por su marcado simbolismo histórico de la famosa época de los Descubrimientos. Una réplica de la misma está en el Castillo da Pena, en Sintra.
El conjunto se completa con un buen número de claustros, que fueron construyéndose en los distintos siglos. Hay dos que son de estilo gótico, y otros cuatro más modernos de estilo renacentista. En términos generales, son más sencillos y funcionales que otros claustros famosos, pero su número y la variedad de estilos hablan de la importancia de este Convento a lo largo de la historia.
Fátima no tiene ni por asomo el mismo valor histórico de Tomar. Sin embargo, es bastante más conocida, especialmente en España, por ser uno de los centros de peregrinación católica más famosos del mundo.
La ciudad de Fátima pasaría totalmente desapercibida de no ser por el Santuario que se construyó para conmemorar la aparición de la Virgen a los tres pastorcillos el día 13 de mayo de 1917.
Precisamente, cuando la visité, se acaba de cumplir el centenario de la aparición en la Cova da Iria. Apenas cuatro días antes se había celebrado el centenario de la última aparición, la del 13 de octubre de 2017, y aún quedaban indicios de la masiva visita de creyentes que acababan de irse.
Todo en Fátima gira alrededor de este hecho. El Santuario de la Virgen de Fátima es el eje de toda la actividad de la pequeña ciudad, que cuenta con una oferta hostelera enorme, dedicada a los 6 millones de turistas religiosos que suelen venir cada año.
El lugar donde se edificó el Santuario se corresponde con el lugar donde se escenificó la aparición y donde al poco tiempo se edificó la primera capilla a la Virgen. La pequeña capilla sigue en pie, reconstruida, pero está bajo cubierta, para proteger la bonita imagen de la Virgen y permitir la visita de los peregrinos, haga el tiempo que haga.
El Santuario cuenta con dos grandes Basílicas, una muy moderna y otra algo más convencional. Ambas tienen un aforo bastante generoso, pero la de la Santísima Trinidad (la moderna) es enorme, con capacidad de albergar unas 9000 personas. Al parecer, es la 5ª basílica mayor del mundo.
La Basílica de Nuestra Señora del Rosario es de estilo neobarroco y cuenta con una torre de 65 metros de altura, rematada con una gran corona con una cruz encima, que se ilumina por la noche.
La capilla mayor de esta Basílica es original y se caracteriza por tener un relieve en piedra que representa a la Santísima Trinidad coronando a María. Cuando llegué, estaban celebrando una misa, como si fuera una parroquia normal.
Bajo la columnata que flanquea ambos lados de la Basílica del Rosario, se abren 14 nichos en los cuales hay retablos en cerámica policromada para cada una de la estaciones del Vía Crucis.
Las dos Basílicas están al extremo norte y sur de una gran explanada en la que los fieles y peregrinos se colocan en los días de celebración multitudinaria. Es una explanada de mayores dimensiones incluso que la del Vaticano.
Fátima y sus alrededores tienen otras atracciones turísticas que ver, pero todas están relacionadas con las apariciones y con los pastorcillos. Yo decidí continuar mi viaje, en esta ocasión rumbo a Coimbra.