Es incuestionable la tradición católica de Portugal, hermanada en eso con España como en otras tantos rasgos culturales. Quizás, la diferencia con nuestro país sea que el número de catedrales portuguesas es menor. No obstante, cuenta con monasterios, conventos y santuarios muy renombrados, alguno de los cuales visité en mi viaje a Portugal.
En mi trayecto desde Óbidos a Fátima, Alcobaça fue mi primera parada. Es una pequeña ciudad que creció alrededor de un grandísimo monasterio cisterciense, el cual sigue siendo su centro de atracción principal, aunque ahora lo sea desde el punto de vista turístico. No obstante, la ciudad tiene rincones y plazas muy acogedores.
El monasterio, de estilo gótico, se remonta a los siglos XII y XIII. También conocido como la Abadía de Alcobaça, es Patrimonio de la Humanidad y una de las siete maravillas de Portugal.
La iglesia es inmensa, y al parecer fue la más grande de Portugal en su tiempo. Fue lo primero que se construyó, para conmemorar la victoria sobre los moros y la reconquista de la ciudad medieval de Santarém.
Los reyes portugueses del bajo medievo eligieron el monasterio como panteón real, y hoy se pueden contemplar sus tumbas. Pero sin lugar a dudas, las más admirables son las del Rey D. Pedro y su esposa Doña Inés de Castro, que fueron los fundadores del monasterio.
Batalha está a escasos 20 kilómetros de Alcobaça, y cuenta también con un magnífico monasterio que rivaliza con el de Alcobaça. Es también de estilo gótico, aunque algo más tardío (siglos XIV y XV) y con clara influencia «manuelina».
El monasterio está en el centro de la pequeña ciudad y su exterior es imponente. Se encuentra enclavado en una explanada despejada de viviendas o edificios y que le concede una visibilidad mayor al conjunto.
De la orden de los dominicos, también fue declarado Patrimonio de la Humanidad y es otra de las siete maravillas portuguesas. Se construyó para celebrar la victoria portuguesa sobre las tropas castellanas en la famosa Batalla de Aljubarrota (de ahí el nombre de la ciudad), con la que obtuvo la independencia.
El conjunto, aunque inacabado, es una joya de la arquitectura gótica. Su iglesia es monumental, y cuenta con detalles únicos, como la Capilla del Fundador, en el lateral de la iglesia, y que está dedicada como panteón del rey Juan I y su familia.
El exterio de la capilla es de planta cuadrada, pero con una torre octogonal que culmina en una cúpula. Al parecer, la cúpula terminaba en una aguja que ya no está, al caerse con el gran terremoto de 1755.
En el centro de esta capilla se encuentra la imponente tumba conjunta de D. Juan I y su mujer, Dª. Felipa de Lancaster. Y en los nichos de las paredes que conforman el octógono central de la capilla están las tumbas de sus hijos.
La nave central de la iglesia es grandiosa en sus dimensiones y da la falsa sensación de ser estrecha, debido a la gran altura de su techo abovedado. Cuenta con ventanales muy apuntados, con vidrieras flamencas que iluminan el interior.
Cuenta también con dos claustros, pero destaca sin duda el denominado Claustro Real. Los arcos que dan al jardín son reticulados de estilo manuelino y tienen multitud de detalles decorativos verdaderamente elegantes.
Es también digna de mención la fuente del Claustro, también de estilo manuelino y localizada dentro de un templete cubierto con bóveda de crucería.
El otro claustro, denominado de D. Alfonso V o claustro menor, es mucho más sencillo, aunque también parece mucho más funcional. A través de él se accede a otras dependencias que no estaban visitables, a excepción de la tienda del monasterio.
Pero sin duda la zona más famosa del Monasterio es la de las Capillas Imperfeitas, o inacabadas. Su propósito inicial era el de constituirse en panteón real del sucesor de D. Juan I, pero nunca se acabó de construir su bóveda.
La visita no es gratuita, pero merece la pena. De por sí, tiene su encanto conocer una capilla abierta, sin bóveda, donde su cúpula es el cielo. Pero además, el conjunto de sus siete capillas, situadas alrededor de su planta octogonal, contiene infinidad de detalles.
La majestuosa portada, de estilo manuelino, destaca por su belleza. Sobre ella, se añadió un balcón, que corresponde a la segunda altura de las capillas. Desde el exterior, se observan las torres inacabadas, que te permiten hacerte una idea de la grandiosidad que buscaba tener ese panteón real.