Aunque pra mi visita a Lisboa andaba bastante justo de tiempo, no podía dejar pasar la ocasión de conocer dos de las ciudades más renombradas internacionalmente de Portugal, Cascais y Sintra. Ambas, situadas aproximadamente a algo menos de 30 kilómetros de la capital, y ambas famosas por ser residencia veraniega de la realeza y la aristocracia.
Cascais, y en particular Estoril (uno de sus barrios), es bastante conocida entre los españoles porque fue el lugar de retiro o refugio de D. Juan de Borbón, Pero además, lo es por albergar un famosísimo casino y también diversos eventos deportivos de carácter internacional. Y cuando uno la visita, comprende por qué los aristócratas veraneaban allí y los portugueses han elegido esta villa para celebrar esos eventos.
Llegué a Cascais en unos 20 minutos, tomando un tren de cercanías en Lisboa. El trayecto del tren corre en paralelo a la costa atlántica, cruzando por Oeiras y Cascavelo, hasta llegar a Estoril y Cascais. Uno abandona la gran ciudad, pero a penas se nota porque el recorrido está bastante urbanizado.
Sin embargo, al llegar a Cascais, el panorama cambia y se aprecia una pequeña ciudad, elegante, con playas y espacios abiertos mirando al mar, al tiempo que núcleos de calles estrechas y plazas recogidas repletas de restaurantes con mucho encanto. La primera impresión es sensacional, un lugar maravilloso para retirase, aunque irremediablemente caro.
A pie de playa se divisan algunos palacetes magníficos, y al fondo se encuentra la fortaleza baluarte, alrededor de la cual se extiende la marina, repleta de barcos recreativos y yates de lujo, que indican el poder adquisitivo de los habitantes de Cascais.
Un paseo por sus calles limpias y recogidas te lleva a encontrar museos y hoteles que ocupan lo que antes fueron casas de veraneo o casas señoriales, retiro de nobles y aristócratas. La ciudad, como centro turístico de primer orden, tiene lugares de distracción y entretenimiento para todos los gustos, pero sin perder nunca el sabor clásico de un lugar de veraneo con mucho estilo.
A Sintra me desplacé con coche de alquiler, porque desde allí continuaría mi viaje por Portugal, haciendo noche más al norte. No se tarda mucho en llegar, pero el tráfico en la carretera es bastante denso y aparcar en la ciudad es casi imposible.
Sintra es otro de los lugares de veraneo más famosos de Portugal y está llena de gente local y de turistas. Sorprende descubrir que la ciudad y sus lugares de interés están enclavados entre montañas y valles suaves, de bosque mediterráneo.
Tuve que elegir muy bien qué visitar porque la ciudad tiene muchos lugares de interés, pero yo solo tenía 3 horas para recorrerla. Así que centré mi atención en dos atracciones turísticas de primer orden: el Palacio da Pena y la Quinta da Regaleira.
Tanto uno como otro son suntuosas residencias de reyes y nobles portugueses, que decidieron construir sus palacios en este lugar por su indiscutible belleza y buen tiempo, además de por su cercanía a Lisboa.
En primer lugar me acerqué a la Quinta da Regaleira, un palacio declarado como Patrimonio Histórico de la UNESCO, construido a finales del siglo XIX, que deslumbra por su mezcla de estilos e infinitos detalles de gusto refinado, muy ecléctico.
La visita te permite recorrer los jardines y edificios exteriores del palacio, así como su suntuoso interior y muchas salas y estancias. Pero llama la atención el conjunto, con su elegantísima casa principal, su capilla (ambos en estilo neumanuelino), y unos jardines diseñados para alojar actividades de lo mas variopinto.
La Quinta debía ser un lugar de retiro absoluto, por lo que debía contar con todas las atracciones y entretenimeintos favoritos de sus propietarios. Al parecer, alguno de ellos debió ser la masonería y el esoterismo, como lo demuestra el famoso Pozo Iniciático subterráneo. Dicen que el pozo simboliza el conocido infierno de Dante, y en el fondo del mismo se vislumbra una Cruz del Temple.
El pozo está conectado con otros lugares de los jardines por medio de unos pasadizos y grutas. Los jardines dan paso a un bosque más frondoso, en el cual se abren espacios que alojan lagos y senderos, que te van conduciendo a las entradas al pozo.
Ascendiendo por las sendas, llegas a la Torre da Regaleira, desde la cual tienes una maravillosa vista del entorno de Sintra. En la parte alta de la Quinta se encuentran las casas y talleres donde habitaba el personal de servicio. Sin lugar a dudas, residir en la Quinta era una distinguida forma de retiro para sus nobles propietarios.
El Palacio da Pena es todavía más deslumbrante, no en vano fue residencia de la familia real portuguesa durante el siglo XIX. Es de estilo romántico y también fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En mi opinión, el mejor calificativo para este magnífico palacio es el de exótico. Elevado en lo alto de una loma, desde la lejanía, llaman la atención sus formas y colores, que contrastan con el fondo verde del monte que rodea Sintra.
En la visita, uno descubre la mezcla de estilos que se emplearon para construir el palacio. Hay torreones de marcado estilo árabe, otros neogóticos, renacentistas y, cómo no, también neomanuelinos. En cualquier caso, el resultado es grandioso y muy original.
El interior es también muy especial, diferente. Tiene salas muy elegantes, de estilos diversos, pero en general predomina el estilo morisco y mudéjar, dos estilos muy conocidos por los españoles. La capilla también da muestras de la riqueza del conjunto.
La planta del palacio es muy irregular, porque se aprovechó la construcción previa de un convento y porque se adapta a las curvas de nivel de la cima de la colina. Desde sus almenas y terrazas hay unas vistas fantásticas de Sintra y sus alrededores, en particular de alguno de sus palacetes y el famoso Castillo de los Moros, construido en el siglo VIII.
En definitiva, no es de extrañar que la realeza y los nobles eligieran Sintra y su entorno como lugar de retiro. El parque natural enclavado entre las localidades de Sintra y Cascais es un pulmón verde para la gran Lisboa, pero a la vez un escondite perfecto para disfrutar de la tranquilidad y belleza de la naturaleza.