No es Huesca capital una de las ciudades más renombradas de España, desde el punto de vista turístico, pero he tenido siempre el propósito de conocer todas las capitales de provincia. Aproveché el viaje al Pirineo oscense para visitarla. Huesca se ubica en el pre-Pirineo, en la denominada Hoya de Huesca, con la sierras de la Guara y Caballera a sus espaldas.
Pero antes, decidimos acercarnos a conocer el Castillo de Loarre, del que no había oído hablar nunca, pero que vi anunciado en carteles por las carreteras de la provincia, como atracción histórico-turística muy recomendable. Es un castillo que fue construido en el siglo XI en los límites más meridionales del antiguo reino de Pamplona, y que se encuentra a tan solo 35 kilómetros de Huesca.
El castillo, de estilo románico, es una maravilla. Se trata de un castillo-fortaleza y a la vez monasterio, en un magnifico estado de conservación para tener 1.000 años. Ese estado se debe principalmente a que nunca tuvo que emplearse en batallas defensivas, porque fue construido para frenar el avance musulmán, avance que no terminó de producirse.
Así que, en realidad, fue mucho más importante su papel como monasterio y lugar de culto que como fortaleza militar. Las murallas exteriores denotan claramente el carácter de fortaleza defensiva, siendo sus torres circulares semiabiertas hacia el interior las que más llaman la atención. La razón de ser de ese tipo de torres es, al parecer, la de ofrecer a los defensores una vía de escape rápida para replegarse en el interior del castillo cuando era inevitable para el asalto.
Pero como digo, el interior destaca más por su carácter de monasterio, con una bonita iglesia románica y una cripta que tiene una acústica estupenda. La construcción es de tres plantas, pero de la superior, que era donde debían alojarse los monjes, no queda mucho en pie.
Las vistas desde la Torre del Homenaje son soberbias, a pesar de tratarse de un paisaje austero. La torre está en bastante buen estado y permite entender la función que jugaba en los castillos, como ultimo bastión defensivo de los nobles.
Finalizada la visita al Castillo, nos dirigimos a Huesca. La ciudad no tiene una perfil urbano o «skyline» digno de mención. Es una ciudad sobria en su conjunto, con una mezcla de estilos en sus edificaciones, desde el románico pasando por el gótico y terminando por el modernismo, sin que ninguno termine por definirla.
La Iglesia Catedral de Santa María no la pudimos visitar por dentro, pero su fachada delata que se trata de una iglesia gótica, del siglo XVI, ubicada en el barrio central de la ciudad, que comparte plaza con el Ayuntamiento, Este último, ocupa un palacio renacentista típico aragonés.
La curiosidad del exterior de la Catedral es su torre lateral, que no parece gótica. Y se debe a que le falta el chapitel superior , que fue destruido en la Guerra Civil por los republicanos.
Pero sin duda, en mi opinión, la visita más destacada de Huesca es la de la Iglesia Monasterio de San Pedro el Viejo. Se trata de uno de los ejemplos más importantes del románico aragonés, una de las iglesias más antiguas de España (del tiempo de los visigodos), con un interior de tres naves sencillo pero soberbio y capillas laterales que acogen a diversos santos.
La iglesia cuenta con una torre que data del siglo XII, la cual acoge a una de las capillas. Conserva en alguno de sus muros restos de pinturas del siglos XIII, con pasajes de la Biblia.
Y su claustro, del siglo XII, es maravilloso. De planta rectangular, tiene columnas dobles rematadas con capiteles escultóricos que narran escenas del Antiguo Testamento y de la vida de Jesús y María. La que fuera su sala capitular, donde se llamaba a los monjes a «capítulo» para recordar las normas monacales, es en la actualidad un panteón real.
Huesca debe ser una ciudad muy agradable para vivir. Parece muy tranquila, silenciosa y ordenada . Cuenta con parques, calles y plazas que invitan a pasear y con un montón de locales de ocio, bares y restaurantes. En uno de ellos, con una estrella Michelín, decidimos entrar a conocer la gastronomía oscense, y la verdad es que fue todo un descubrimiento, con una calidad-precio inmejorable. Su nombre?, Tatau.