Desde que llegué a la isla, he escuchado a mucha gente hablar mucho y muy bien de Agrigento, mejor dicho de la Scala dei Turchi y del Valle de los Templos, que son las dos atracciones turísticas más próximas a la ciudad. Llevaba meses queriendo hacer esta escapada, pero como está a algo más de dos horas de Catania, necesitaba encontrar un fin de semana para hacer noche allí y visitar todo del tirón.

¡¡Por fin lo he hecho!! y ha merecido la pena. Ademas de las dos atracciones turísticas, he descubierto una zona al sur de la isla que tiene un sabor diferente al de Catania, más tranquilo, o menos agitado si se quiere. Probablemente porque tiene menos población y, además, durante mi estancia no había turistas, debido a la crisis del COVID-19.

Ayuntamiento de Agrigento

La primera parada de esta escapada la realicé en la actual ciudad de Agrigento. No tenía muchas referencias de ella, pero me pareció lógico empezar allí la visita, para poder comprender mejor la relación que guarda esta ciudad con la antigua ciudad griega, donde se encuentra el Valle de los Templos. Y creo que acerté, porque sin ser muy grande, el paseo por sus calles y la visita a sus monumentos más emblemáticos merecieron la pena.

Casco antiguo de Agrigento. Iglesia de San Doménico

Como casi todas las ciudades del sur de Sicilia, Agrigento se erige en un risco, con lo cual hay que subir rampas y escaleras. La catedral o Duomo está en la parte más elevada de la ciudad, así que hacia allí dirigí mis pasos.

Subida al Duomo

Es un Duomo más bien sencillo, pero para llegar a él se transita por un barrio de calles estrechas y cuestas empinadas que, junto a algunos palacios e iglesias, dejan una bonita impresión de la ciudad. Una de las Iglesias destacadas es la de Santa María de los Griegos, llamada así porque durante la época de dominio bizantino fue catedral de rito greco-ortodoxo. Fue construida en el siglo XII, sobre los restos de un antiguo templo griego dedicado a Atenea.

Iglesia de Santa Maria dei Greci

El Duomo está dedicado a San Gerlando, un santo poco conocido, de origen francés y que es el patrón de la ciudad. Aun siendo severo y sencillo, el altar barroco y los artesonados del techo permiten descubrir los distintos estilos que han regido su construcción y decoración.

Altar mayor de San Gerlando
Nave central del Duomo

Llama la atención el águila bicéfala del techo de la nave central, símbolo de los Hasburgo, y clara muestra de la influencia ejercida durante el dominio español de estas tierras. Fue durante el reinado de Felipe IV cuando se colocó esta decoración.

Águila bicéfala de los Hasburgo

Como en el resto de ciudades importantes de Sicilia, Agrigento está plagada de iglesias, muy próximas unas a otras, encajonadas en sus calles estrechas o dominando plazas y plazoletas. Una de ellas es la Iglesia del Purgatorio o de San Lorenzo, de estilo barroco, y con dos estatuas en su entrada que representan la Fe y la Caridad.

Iglesia de San Lorenzo

Un paseo agradable y bonito es el que te lleva recorrer la calle Atenea, por asi decirlo la calle mayor o principal de la ciudad, hasta la Puerta de Ponte, un par de edificios barrocos que dan acceso a las plazas más emblemáticas de Agrigento, la plaza de Vittorio Emanuele y la Plaza de Aldo Moro, con un bonito conjunto de jardines donde descansar un rato a la sombra.

Porta di Ponte
Plaza de Aldo Moro

Finalicé mi visita a Agrigento regresando al parking por la vía Empedocle, calle que se inicia en la estación y bordea el trayecto de las vías del tren. Desde allí, hay unas bonitas vistas de la costa y del mar azul de Agrigento, que sería la siguiente parada de esta escapada.

Estación de Agrigento, con el mar de fondo.

Porque la verdad es que la atracción que ejerce el mar es muy fuerte, con unos tonos verde esmeralda y azul turquesa verdaderamente bonitos, y una línea de costa que, aunque tiene núcleos habitados, aún conserva un aspecto natural que se agradece. Además, la luz y el calor que desprende el sol sobre un cielo totalmente despejado, invitan a pasear por las playas y disfrutar de un buen baño.

El mar de Agrigento

La mayor atracción de esta costa está en la Scala dei Turchi, la escalera de los Turcos, un acantilado de roca caliza blanca con forma de escala que se adentra en el mar y que, sobre todo al atardecer, deslumbra y contrasta con los colores del mar y las playas. La verdad es que conforme te aproximas a la costa observas que el terreno es de piedra caliza blanca, lo que explica la presencia de este tipo de acantilado. es decir, no es una montaña blanca aislada, sino que toda ese territorio se asienta sobre piedra caliza blanca.

Panorámica de la Scala

Pero lamentablemente la Scala es demasiado popular y la abundante gente que la visita todos los años, y en cualquier época, están acelerando su degradación. Así que las autoridades locales están tratando de controlar el acceso, colocando vallas en la zona habitual de entrada. Como quiera que las vallas no son suficiente impedimento, el día que yo fui a visitarla estaban haciendo guardia tres policías locales que impedían el acceso a los numerosos visitantes que tratábamos de subir a sus peldaños para disfrutar de la puesta de sol.

Scala dei Turchi, con el acceso vedado

Sin embargo, el plan alternativo era igual de bueno. La playa que da acceso a la Scala no es la mejor para bañarse, puesto que tiene bastantes rocas y piedras, pero caminando 500 metros por la costa llegas a otra playa, la playa de Punta Grande, que es perfecta para darse un buen baño. Muy bien protegida, con arena dorada y una anchura y longitud muy generosas, el agua en junio estaba fresca, o incluso fría, pero mereció la pena.

Playa de Punta Grande

Pero sin lugar a dudas, la etapa estrella de la escapada iba a ser la visita al Valle de los Templos, el conjunto de templos griegos mejor conservado del mundo. El domingo, de buena mañana, dirigí mis pasos hacia allí para realizar una visita a este magnífico parque arqueológico, símbolo inequívoco de la influencia de la cultura griega en Sicilia, o la Magna Grecia, como la denominaban los griegos.

Templo de Hera o Juno

Akragas, la Agrigento griega, fue una grandísima e importante ciudad griega, fundada en el siglo V antes de Cristo y que debió gozar de poder y riqueza, puesto que fue disputada por los cartagineses y posteriormente por los romanos. Lo cierto es que hasta que no se visita el Valle, uno no se hace una idea del tamaño que tuvo esa ciudad, con una necrópolis y una acrópolis que lindan con la actual ciudad de Agrigento, siendo el Valle de los Templos su límite más meridional.

La ciudad de Agrigento, desde el Valle de los Templos

La visita al Valle de los Templos está bien organizada, recorriendo una vía principal de unos 2 kilometros, que discurre de este a oeste, dejando el mar en el flanco sur de la ciudad. Ese flanco sur estuvo protegido por una muralla que aprovechaba los riscos naturales sobre los que se asienta el Valle.

Muralla natural en el flanco sur

El conjunto arqueológico es una maravilla porque conserva restos de todo tipo, incluso algún templo en muy buen estado. El Valle era el barrio sacro de Akragas, el lugar donde los griegos sicilianos decidieron rendir culto a sus dioses. De ahí la sucesión de templos que uno puede visitar a los largo de esos dos kilómetros de recorrido, con templos dedicados a distintas divinidades griegas. Sin lugar a dudas, el mejor conservado de ellos es el Templo de la Concordia y se debe a que fue convertido en basílica católica, allá por el siglo VI d.C.

Templo de la Concordia
Lateral del Templo de la Concordia

Pero hasta aquellos templos que no están completos o que han sido parcialmente reconstruidos te permiten entender la grandeza de este lugar. Se trata de un lugar donde los antiguos griegos venían a adorar a sus dioses, acercándose a los templos a efectuar sacrificios. Impresiona imaginar cómo debía ser una de esas ceremonias, sacrificando cientos de reses u otros animales en honor de Hércules, por ejemplo.

Templo de Hércules

El Templo de Zeus no está en pie, a excepción de la sillería de piedra donde se debieron asentar las gradas de sacrificio, pero gráficos y cuadros informativos te ayudan a imaginar su grandiosidad. Hay una reconstrucción de lo que debió ser un Telamoni, una de la estatuas de 8 metros que servían apara sujetar el techo del templo. Simbolizaban a los guerreros gigantes cartagineses que fueron derrotados por los griegos en el año 406 a.C., motivo por el cual se erigió el templo.

Restos del Templo de Zeus y un Telamoni

Como son templos dóricos, todos construidos con una planta similar, es fácil visualizar qué función tenía cada parte del templo: el interior para alojar la estatua del dios o la diosa, y el exterior para realizar los ritos o sacrificios públicos. En el lado más occidental del Valle se agrupa un conjunto de templos menores, dedicados a los dioses del inframundo, lugar donde iban los espíritus al morir. Destaca entre ellos una reconstrucción parcial del templo que se cree dedicado a Deméter, la diosa de la Tierra.

Zona de templos dedicados a los dioses del inframundo, con el Templo de Deméter al fondo

En esa misma zona, aprovechando un pequeño cañón natural, parece ser que los griegos embalsaron agua, construyendo un lago o piscina que se alimentaba de agua transportada por canales subterráneos, denomina Kolymbreta. En su tiempo, debió servir para llevar a cabo juegos acuáticos e incluso para bañarse, pero pronto acabó convirtiéndose en un huero. Hoy en día alberga unos jardines, que son visitables, pero que yo decidí dejar para la próxima ocasión…porque estoy seguro de que volveré a visitar este maravilloso parque.

La Kolymbreta, piscina de la antigua Akragas

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