El volcán Etna es sin duda la mayor atracción de Sicilia. Y lo es por diversas razones, entre ellas la de ser el volcán activo mas grande y alto de Europa. Hace muchos años, tuve la oportunidad de sobrevolar el Etna y hay que reconocer que impresiona ver el borboteo de magma en alguno de sus cráteres. Ahora que vivo a solo 30 km de él y que observo a diario sus fumarolas, la impresión es mayor, claro está.
El Etna llama la atención por su tamaño, pero sobre todo cuando se observa desde la planicie que domina el centro-este de la isla, en la vertiente sur del volcán. La vertiente norte impresiona menos porque la zona es muy montañosa, y el Etna no destaca tanto. Pero hacia el sur, el Etna tiene enfrente una extensa llanura, por lo que sus 3.320 metros imponen respeto.
Hace unos años, en un viaje a Tenerife visité el volcán Teide, y esa visita me impactó, por la belleza de la panorámica pero también por los contrastes en la naturaleza que se experimentan cuando se asciende y desciende del pico. Además, el ascenso en telesilla y el recorrido una vez arriba, dejan un recuerdo grandioso al visitante. Es de esas visitas que, aunque cuestan un dinero, merece la pena hacerlas.
Así que, desde que aterricé en Catania en julio de 2019, tenía claro que debía hacer lo mismo en el Etna. Porque el Etna, en su vertiente sur, a unos 1950 metros de elevación, tiene también un teleférico que te permite ascender hasta los 2500 metros. El trayecto en coche desde Catania dura un hora y la verdad es que la carretera para el ascenso no me resultó tan llamativa como lo había sido la del Teide. En la subida al Etna, no hay tanto contraste en la naturaleza o en el paisaje como cuando se asciende al Teide. Y la carretera es mucho más amigable, con menos curvas y menos escarpada. El destino es el Refugio Sapienza, con una amplia zona de aparcamiento y donde puedes comprar el ticket para subir al teleférico.
Las sensaciones de la subida en teleferico son muy similares a las que se experimenta en el Teide. No hacia viento y fue bastante comoda. Una vez arriba, sales a una plataforma desde la cual puedes asomarte a ver la panoramica. Las vistas son estupendas, aunque no hay muchos lugares de interés que observar.
Desde ese punto, es posible continuar el ascenso hasta los 2.900 metros, pero debes contratar un guía. Ese día, a principios del mes de diciembre, la cumbre estaba nevada y hacia bastante frío, pero además no tenía tiempo para acabar la subida, así que la estancia allí arriba fue breve. Eso sí, el suficiente tiempo para disfrutar de unas vistas extraordinarias del sur de la isla, en un día con una magnifica viabilidad y el típico cielo azul siciliano.
Tras regresar al Refugio Sapienza, me acerqué a recorrer rápidamente uno de los cráteres muertos que hay allí cerca, el cráter Silvestri. Es un cráter pequeño, y es posible darle la vuelta y contemplar, esta vez más cerca, la amplia ladera, sin vegetación alguna y cubierta de lava.
Está claro que el Etna sigue teniendo atractivo, pero me quedo con la experiencia del Teide. No obstante, hay mucho más que ver y espero poder contarlo en otras entradas, conforme vaya explorando otras rutas y vertientes de ascenso. De momento, cada mañana antes de irme a trabajar me asomo a mi balcón a»saludar» a este fenómeno de la naturaleza.