Uno de los objetivos de mi viaje al oeste de Sicilia fue visitar la ciudad de Érice y el templo griego de Segesta, ambos destinos muy cerca de Trápani. Los dos lugares remontan su existencia al siglo V antes de Cristo, y han conservado su importancia y atractivo hasta nuestros días.
Érice es una pequeña ciudad situada en un monte de unos 700 metros que flanquea Trápani por el noreste, a escasos 10 kilómetros. Se llega a ella siguiendo una sinuosa carretera que va ofreciendo una vista cada vez más espectacular de la costa trapanense. Pero también se puede acceder haciendo uso de un funicular que parte desde Trápani.
Nosotros decidimos subir en coche, ya que veníamos de viaje desde Catania y nos convenía. Pero estoy seguro que la subida en funicular tiene que brindar unas vistas estupendas, aunque eso sí, conviene tener en cuenta el viento que haga antes de decidirse, porque dicen que a veces debe suspenderse el servicio, por seguridad.
La ciudad remonta sus orígenes a los troyanos que huyeron de Grecia, quienes se mezclaron con los «elemi¨, habitantes autóctonos del oeste de Sicilia. Y tuvo que ser importante desde su fundación, porque fue disputada y conquistada por siracusanos y cartagineses, hasta su completo dominio por los romanos. Después, durante el dominio musulmán, cae en el olvido. Y somos los españoles los que la volvemos a poner en el mapa.
Su ubicación y geografía la hacen idónea para dominar las tierras que van desde Trápani hasta Castellanmare del Golfo, en el norte. Los romanos fueron los primeros en valorar la altura de su monte, y construyeron en la cima un templo dedicado a Venus, que con los años cayó en el olvido. Y fueron los normandos los que construyeron sobre sus restos un castillo, que es hoy el principal atractivo de la pequeña ciudad.
El Castillo de Venere preside toda la ciudad; se puede visitar su interior, pero sin duda las vistas del litoral son lo más espectacular. Sin embargo, llama más la atención el conjunto arquitectónico de estilo medieval que colinda con él. Se trata del castillo del Balio o Torres Pépoli, el nombre del conde que lo reconstruyó en el siglo XIX.
Este conjunto de torres estuvo en su día unido al castillo del Venere por un puente levadizo. Hoy cuentan con un bonito jardín inglés a sus espaldas, con un mirador sobre su reciento amurallado que ofrece unas magníficas vistas de la parte nordeste de la isla.
Pasear por Érice es una bonita experiencia, su centro es peatonal en su mayor parte y la ciudad se ha esforzado por conservar el aspecto medieval, con casas humildes y palacios señoriales, y un buen número de conventos e iglesias.
Desde la lejanía, destaca la torre y la cúpula de la iglesia de San Julian, que parece fue construida en uno de los puntos más elevados. San Julian es el patrón de la ciudad, y Erice fue conocida como San Julian por un buen número de siglos.
El conjunto es bonito, limpio y muy tranquilo. Sus plazas y calles son acogedoras y los comercios y restaurantes han hecho el esfuerzo de adaptarse a las edificaciones existentes para no romper la estampa.
Nosotros comimos en un restaurante cerca de la Piazza de la Logia, donde se encuentra el Ayuntamiento. Es claramente la parte más turística de la ciudad, por donde discurre la via principal, la Via Vittorio Emmanuele, que la une a la Catedral.
La Catedral o Iglesia Madre está dedicada a la Asunción de la Virgen María y data del siglo XIV. Fue construida por Federico III de Aragón, y en el suelo de su interior se puede apreciar el escudo de la casa real aragonesa. Es de estilo gótico, sencilla pero muy elegante.
A su lado, hay un «campanile», que tiene un claro aspecto de torre defensiva. Al parecer, esa fue su función original, pero después se dispuso colocar las campanas y usarla como campanario de la iglesia madre.
En conjunto, Érice es uno de esos pueblos con encanto, y con mucha mucha historia, que no te deja indiferente. Se disfruta la visita, en especial con buen tiempo y buena visibilidad, por las espectaculares vistas que se tiene del valle y del litoral.
Segesta fue también una ciudad de los elimeos (y griega) coetánea a Erice. Y digo fue porque la ciudad como tal desapareció y solo permanecen en pie un templo dórico y un teatro heleno, además de los restos del antiguo núcleo urbano.
Se encuentra en el interior, al nordeste de Trápani, en una zona algo montañosa y alejada unos 15 kilómetros de la costa, siendo su puerto más cercano la localidad marinera de Castellanmare del Golfo.
Lo cierto es que en sus orígenes, Segesta debió ser incluso más importante que Érice, de ahí que se levantaran esas edificaciones tan emblemáticas. Y esa importancia la pagó con múltiples ataques de siracusanos y cartagineses, que sometieron a Segesta repetidas veces hasta su dominio por los romanos. Pero la ciudad acabó desapareciendo.
El templo dórico de 36 columnas, que data del siglo V a.C., fue construido fuera de la ciudad, en la cima de una colina desde la cual se dominan los valles circundantes. Se cree que nunca fue completado, principalmente porque sus columnas son lisas, sin acanaladuras y porque no hay restos de techado ni de estructura interior. Fue rescatado del olvido a finales del siglo XVIII y se comenzó a restaurar.
El estado general del templo es muy bueno, similar al que se puede contemplar en los templos de Agrigento. Seguramente, estará sometido a un intenso programa de mantenimiento, y a nosotros nos tocó visitarlo con andamios y cobertura puesta en su parte frontal.
La visita al parque arqueológico de Segesta comienza en un punto situado a unos tres kilómetros, donde se aparca el coche, se compran los billetes y se toma un autobús que te acerca al Parque. Te suelen ofrecer un segundo y trayecto en bus, para subir al teatro, que está alejado unos dos kilómetros del templo, pero nosotros lo rechazamos.
Y lo cierto es que hay que pensárselo, porque son solo dos kilómetros, pero siempre subiendo, y con rampas apreciables. A cambio, durante la subida a pie se puede disfrutar de una panorámica hermosa del templo en distintos puntos.
El teatro se encuentra también en lo alto de otra colina, con unas vistas maravillosas del mar y los montes costeros, al parecer en un punto donde ya antes había un lugar de culto de los elemitas.
Orientado al norte, se construyó en el siglo III a.C., con una cávea amplia que da una capacidad aproximada de 5000 espectadores. Las vistas desde la cávea hacia el golfo de Castellanmare son espléndidas.
De la antigua ciudad quedan muy pocos restos, algunos de los cuales se pueden apreciar durante la subida a pie al teatro. También vimos que se están realizando más excavaciones en la zona del teatro, que acabarán sacando a la luz construcciones de la época.
Hoy en día, se sigue dando uso al teatro, con la programación en temporada de verano de obras abiertas al público. Menos mal que los espectadores son trasladados con autobuses, porque si no muchos de ellos no disfrutarían tanto de las representaciones.
Lo dicho, Érice y Segesta son dos destinos turísticos que te permiten descubrir los avatares históricos de la Sicilia, los pueblos y civilizaciones que lucharon por dominar sus tierras y que legaron su cultura y tradiciones a lo largo de los siglos. Por eso son historia viva de esta isla.