Nuestro viaje a Budapest lo motivó la visita a uno de nuestros hijos, que estaba cursando estudios en la Universidad bajo el programa Erasmus. En cuanto supe de su elección, le dije que le visitaríamos, puesto que llevaba tiempo queriendo conocer una de las ciudades imperiales y una de las más bellas de Europa.
A orillas del Danubio, un grandioso río que impresiona y confiere a la ciudad una magnífica vía de comunicación, se levanta la ciudad de Budapest, aunque en realidad se trate de la unión de dos ciudades: Buda, en su orilla oeste, y Pest en la orilla este del río. Y cómo no, en una ciudad con esa configuración, los puentes juegan un papel fundamental, siendo el más famoso e importante el puente de Las Cadenas, que es el símbolo de Budapest.
Y es completamente cierto, quien tuvo, retuvo. Budapest fue, junto con Viena, la capital del imperio Austro-Húngaro, desde 1867, pero ya desde el siglo XVII venía destacando, como ciudad capital del antiguo reino de Hungría. Desde finales la alta edad media y principios de la edad moderna, el Danubio había sido la frontera natural que separaba el Sacro imperio Románico-Germánico del poderoso imperio otomano.
Buda y Pest fueron unidas por el imperio de los Habsburgo, tras derrotar y expulsar a los turcos de Hungría a mediados del siglo XVII. No obstante, ambas ciudades permanecieron separadas hasta mediados del siglo XIX, que fue cuando se construyó el primer puente sobre el Danubio, el Puente de las Cadenas. Hasta ese momento, los habitantes de ambas ciudades debían cruzar el río con barcas, y cuentan que en los inviernos se esperaba a que el río se congelara para cruzarlo andando o en coche de caballos.
Nosotros empezamos la visita realizando un tour gratuito de los que te lleva a conocer en un par de horas alguno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. El tour comenzó en el casco antiguo de Pest, en una de las zonas más comerciales y más activas de la ciudad, llena de negocios, cafeterías y restaurantes, y muy concurrida con turistas y locales. La primera parada la hicimos en la Catedral de San Esteban, patrón de Hungría, una bonita iglesia católica de estilo neoclásico y que es el segundo edificio más alto de la ciudad.
San Esteban mira al Danubio, y su fachada principal da a una gran plaza abierta que suele ser el punto de reunión de muchos lugareños. El interior de la iglesia basílica es enorme, con capacidad para 8.500 personas, y en él se celebran conciertos de música clásica dada su magníficas cualidades acústicas.
Como suele ocurrir, la orilla del río acoge muchos de los edificios más nobles y elegantes de la ciudad, antiguos palacios ocupados hoy a la hostelería de lujo, como el palacio Gresham (hotel Four Seasons), donde paramos a tomas un café en su bellísima cafetería de interior estilo»art noveau». En la misma plaza, se encuentra otro elegante edifico neorrenacentista que es la Academia de Ciencias Magiar (o de Hungría), del siglo XIX.
En la misma orilla, un poco más al norte está la verdadera joya y el edifico más conocido de todo Budapest, su famosísimo Parlamento. Aunque yo pensaba que se trataba de un antiguo palacio, el magnífico edifico de estilo neogótico fue levantado a finales del siglo XIX para servir de Parlamento. Se puede visitar algunas de las salas de su interior, que está decorado con bastante gusto y elegancia. El edificio es simétrico, y en una de sus alas está el Congreso y la Presidencia del Gobierno mientras en la otra está el Senado y el despacho del Presidente de la República.
Pest es la parte más moderna de la ciudad, y en la que se aprecia mejor, a través de sus edificios, el daño que sufrió durante la Segunda Guerra Mundial, así como la influencia del régimen comunista. Paseamos por un gran boulevard que bordea el centro de la ciudad y que sirve de cinturón comunicador entre el norte y el sur.
En esa gran avenida se observa a cada lado edificios de estilo neoclásico, con sabor a la época imperial, que alternan con edificaciones modernas, allí donde las bombas causaron destrozos y fue preciso reconstruir. Algunos de los hoteles más lujosos de Budapest se encuentran en este boulevard, como por ejemplo el New York Palace Hotel, en cuyo café de estilo art nuoveau entramos a tomar un té y un trozo de tarta.
Ese gran boulevard está dividido por vías por las que circulan tranvías, siendo este un medio de locomoción de los más empleados en Budapest. La grana avenida une los puentes de Isla Margarita y el de Petofi, y cruza plazas muy señaladas, como el Oktogón, llamado así por su forma octogonal. Esta misma plaza es cruzada por el otro gran boulevard de Budapest, la Avenida Andrassy, que une radialmente el Danubio con la Plaza de los Héroes, otro de los lugares emblemáticos de Budapest, y el Parque de la ciudad.
Pasear por la Avenida Andrassy te permite comprender por qué Budapest es conocida también como la Paris del este de Europa. Esta avenida ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por su belleza arquitectónica de su conjunto, con palacetes y edificios nobles muy elegantes y con algunas edificaciones singulares como la Opera de Budapest. Por supuesto, las mejores tiendas y restaurantes se encuentran en sus aceras, principalmente concentradas en los metros más cercanos al Danubio, mientras que en el otro extremo es mucho más residencial.
Nosotros nos alojamos en un hotel situado en una calle paralela a esta Avenida, muy cerca de la Opera. Para recorrer los 2 kilómetros que nos separaban de la Plaza de los Héroes tomamos la línea de Metro nº 1, el metro más antiguo de la Europa continental. La plaza de los Héroes rinde homenaje a los caídos por la patria húngara, a sus héroes y a sus fundadores.
En ese mismo enclave, está el Parque de la ciudad y dentro de él se accede a uno de los baños termales más famosos de Budapest, los Baños Széchenyi, ubicados en un bonito edificio de estilo neogótico. Hicimos una breve parada para conocer su interior, pero solo tomamos un café. La parada nos sirvió para confirmar la alta demanda que hay de este tipo de baños por los locales, aunque lo cierto es que hoy por hoy son piscinas públicas.
Nosotros visitamos otros baños también muy famosos, los baños Gellert, que están en el lado de Buda, justo en frente al puente de la Libertad. También ocupan un elegante edificio, de estilo modernista que hoy es un hotel de lujo. En estos baños sí que paramos a tomar un baño y contemplar su interior, compuesto por varias salas con baños termales, saunas, piscinas al aire libre y salas de masajes. La experiencia mereció la pena y poco o nada tienen que ver con la experiencia previa que habíamos tenido hace años en los baños turcos de Estambul.
A la salida de los baños Gellert hay un gran parque que en lo alto tiene una Citadella, una antigua fortaleza defensiva que hoy en día se dedica a acoger turistas y locales que desean tener una de las mejores panorámicas de la ciudad. Las vistas desde allí son fantásticas, y definitivamente merece la pena el ascender los 200 y pico metros de altitud e la colina.
A este lado de la ciudad, en Buda, es donde se encuentra el otro símbolo más conocido de Budapest, el famoso Castillo de Buda. En realidad, al igual que pasa en Praga, se trata de una conjunto de edificios palaciegos ubicados sobre un promontorio en la ribera oeste del Danubio desde el que se controla la otra ribera del río. Es allí donde se funda la ciudad de Buda por los magiares, desplazándose un poco hacia el sur sobre la localización donde estaba la antigua ciudad romana, Obuda.
El Castillo fue la residencia de los reyes húngaros y de los emperadores del imperio austro-húngaro. Ha sufrido numerosas restauraciones a lo largo de los años, siendo la última como consecuencia de los bombardeos rusos para conquistar la ciudad a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Fue reconstruido en estilo neoclásico, muy austero y neutro. Hoy sus edificios están ocupados por museos y salas de exhibiciones, y también reside en uno de ellos el Presidente de la Republica.
Desde el Castillo dirigimos nuestros pasos por el barrio de Várnegyed, el barrio del castillo, con calles poco transitadas y muy limpias, con marcado sabor medieval. Llegamos a la iglesia de Matías, un bonito templo de estilo neogótico situado en lo alto de la montaña y en un espacio abierto que realza aún más su esbeltez. Las vistas sobre el Danubio son espléndidas y en sus alrededores está la estatua a San Esteban I, el primer rey de Hungría, y el Bastión de los Pescadores.
El Bastión es un bello edificio en mezcla de estilos, neogótico y neorrománico, con siete torres que representa a las siete tribus magiares que fundaron Hungría. Se llama de los pescadores porque el edifico se levantó en el punto de la ciudad en la Eda Media que era defendido por los pescadores de Buda. Nuevamente, las vistas desde esta zona son grandiosas.
Pero Budapest tiene mucho que ofrecer. Nosotros hicimos hasta algo de vida nocturna y conocimos alguno de los «ruin pubs» tan típicos de la ciudad y frecuentados por los muchísimos estudiantes de erasmus. Paseamos por Isla Margarita, una isla en medio del Danubio que viene a ser como El Retiro para los ciudadanos de Budapest, con un jardín japonés en uno de sus extremos.
También nos dimos un paseo nocturno en barco por el Danubio, para contemplar ambas riveras iluminadas por la noche, destacando en especial el Parlamento, el Castillo y el puente de las Cadenas. Y rematamos el viaje con una escapada en tren de cercanías a un pueblo típico magiar, Szentendre o San Andrés, que estaba a unos 30 kilómetros de Budapest.
Buscábamos conocer un poco mejor las costumbres y la cultura húngaras, y la verdad es que nos gustó el pueblo. Es muy acogedor, con casas típicas y numerosas galerías de arte, Está claro que tiene mucho tirón turístico, pero aun así, no estaba nada masificado y fue muy agradable pasar allí la mañana y comer en uno de sus restaurantes.
Budapest está en pleno crecimiento y llena de vida. Es una ciudad con gran actividad, mucha gente joven, estudiantes y turistas, con un nivel económico muy razonable para ser una gran capital. En noviembre de 2016, también se veía pobreza en sus barrios más alejados del centro, pero daba la impresión de que se estaba revirtiendo la situación a la que le condujo tantos años de comunismo. Y seguro que lo logran, porque los húngaros parecen saber muy bien qué necesitan hacer para conseguir que su capital vuelva a brillar en Europa.